A MEDIADOS del siglo XVII, como ocurría desde la llegada al trono de Carlos I, había en España un gran numero de borgoñones, alemanes, flamencos y valones, especialmente en Madrid, tanto en las unidades de la Guardia Real, como comerciantes y nobles de paso, y se abrió para ellos una moderna fábrica de cerveza en 1561, que dirigida por maestros flamencos producía un magnífico producto, siendo tal su éxito que, en 1600, en tiempos de Felipe III, las fábricas de Madrid eran ya cinco, abriéndose otras nuevas en Santander y Sevilla.

Durante el reinado de Carlos II, las fábricas madrileñas de Juan Hamershap y Enrique Colemanns, producían un cuarto de millón de litros al año, e incluso exportaban a América, y aunque desde 1701 la Corona pasó a controlar la producción, esta siguió en manos privadas, pero como bien estanco, por lo que precisaba de autorización real

En 1689, durante la Guerra de la Liga de Ausburgo, don Carlos Vandernoot, caballero flamenco afincado en La Cavada, ante una mala cosecha de uva, decidió hacer una cerveza al estilo de la su país, usando lúpulo cántabro y trigo de Castilla. La cerveza que hizo, se la vendió al maestre del Tercio Provincial de Burgos, los conocidos como «Amarillos Viejos», antes de que partieran a la guerra contra los franceses. Ahora, más de 300 años después, hemos reconstruido su maravillosa receta de cerveza natural.

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